Enrique Morente Cotelo (Granada, 25 de diciembre de 1942 – Madrid, 13 de diciembre de 2010) fue un cantaor español, considerado como uno de los grandes renovadores del flamenco.
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Su afán de aprendizaje y autoafirmación le llevaron a Madrid cuando contaba 14 o 15 años de edad. Allí contactó con un grupo de jóvenes aficionados, universitarios en su mayoría, y junto a ellos acudía casi a diario a locales oscuros en donde aprendió el arte de mano de Pepe de la Matrona, cantaor octogenario que había tenido el honor de conocer a todos los grandes y de haber sido alumno del mismísimo don Antonio Chacón.
Enrique el granaíno, como se le conocía en los círculos que frecuentaba, consiguió despertar el interés de Matrona, más por su actitud ante las cosas, su respeto y su capacidad para aprender que por su afinación o su registro.
El debut de Enrique tiene lugar en la peña flamenca Charlot. A esta actuación siguieron otras allá por el año 1964 en la Casa de Málaga o con la pareja de baile de José Luis Rodríguez y Pepita Sarracena en diversas salas de fiesta, pero debemos considerar su salto a la profesionalidad cuando en ese mismo año es contratado por el Ballet de Marienma, con el que actúa en el Pabellón español de la Feria Mundial de Nueva York y en la embajada española en Washington.
Después actuó en su primer festival flamenco, con el siguiente cartel: Enrique Morente con Juan Talega, Fernanda y Bernarda de Utrera, Gaspar de Utrera, Tomás Torre y Antonio Mairena. La presentación fue a cargo de Ricardo Molina y el evento tuvo lugar en el teatro de los Alcázares de los Reyes Cristianos.
Al año siguiente fue contratado junto con Susana y José para realizar su primera gira europea por Gran Bretaña, Alemania, Holanda, Suiza y Bélgica; posteriormente viajó a Japón e Italia junto a Pepita Saracena y José Luis Rodríguez.
Fue también contratado en el tablao las Cuevas de Nemesio de Madrid, pero el prestigio de Enrique entre los profesionales flamencos creció considerablemente cuando entró a formar parte del elenco de artistas de Zambra y posteriormente en el tablao Café de Chinitas, mientras comenzaba a ser reclamado en festivales y espectáculos donde compartió cartel con todos los grandes artistas del momento. En 1967 obtuvo el Primer Premio del Certamen Málaga Cantaora.
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En ese mismo año 1967 salió a la luz otro disco, también con la casa Hispavox, titulado Cantes Antiguos del Flamenco y en el que era acompañado por el Niño Ricardo, con una selección de cantes que denotaba un profundo conocimiento, que llamó sobre todo la atención por el corto periodo de tiempo con respecto al anterior trabajo, lo que hace suponer que no se trataba de un aprendizaje forzado para la ocasión en ninguno de los dos discos sino de la exposición honesta y estructurada de lo asimilado, de lo aprendido y de lo vivido.
Durante los siguientes años, tiene lugar el encuentro entre Enrique Morente y Manolo Sanlúcar que provocará una relación profesional que perdurará durante mucho tiempo. Es con éste magnífico guitarrista con quien vivirá la experiencia en 1970 de ser el primer cantaor flamenco que actuaba en el Ateneo de Madrid.
Durante 1971 desarrolló en México con la guitarra de Parrilla de Jerez y la bailaora Ana Parrilla una serie de actuaciones en tablaos, teatros y centros culturales que culminó con su participación en el I Festival Internacional Cervantino de Guanajuato y su presentación en el auditorio de la Universidad de las Américas en 1972. Ese mismo año ofreció en Madrid un recital en compañía de María Vargas y Manolo Sanlúcar, recibiendo un homenaje. En compañía de éste último, realizó una serie de recitales en Nueva York: Lincoln Center, Spanish Institute, etc. En 1972 fue reconocido por la Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos Andaluces de Jerez de la Frontera con el Premio Nacional de Cante y actuó en la sede parisina de la Unesco. En 1973 volvió a cantar en el Lincoln Center neoyorquino.
En 1978 vendría la edición de sus discos Despegando, uno de los discos andalucistas más flamencos, y Homenaje a Don Antonio Chacón. Por éste último, en el que volvió al cante plenamente ortodoxo, pese a ser una época en la que ya se hallaba inmerso en su particular renovación del cante, obtuvo el I Premio Nacional otorgado al mejor disco de música folclórica que concedía el Ministerio de Cultura.
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